El teatro es la ballesta que dispara una flecha directa a la cordura y distorsiona las dimensiones de aquello que compone el todo que conocemos. El teatro no se trata de ponerse una máscara, sino de ser la máscara que vestimos; sacar de ella lo más nuestro, para ser lo menos nosotros que podamos llegar a ser. El teatro es el oxígeno; nosotros somos las criaturas que, habiéndose atragantado bebiendo oscuridad, tratamos de respirar ese oxígeno para llegar a buen puerto o, al menos, a un puerto en el que el aroma no sea de la desgracia de hoy en día.
Ya no se apuesta por la cultura,
pero el teatro es revolución;
el teatro es poesía.
El teatro nos hace sentir un poco más vivos y le da sentido a la teoría de que todos tenemos un principio y un final, pero nuestra huella es eterna si sabemos dónde pisar; nosotros elegimos pisar un escenario.
Allí dejaremos huella y volveremos a empezar todas las historias que dejamos a medias en el pasado. porque ninguna tarea tal como la amistad está jamás concluida.
Eso somos los actores, de esto estamos hechos.
Y hemos vuelto pisando más fuerte que nunca.
Xavier Fábrega.
Xavier Fábrega.