Hay muchos lugares que caminar, hay muchos destinos a los
que llegar, muchas cimas que alcanzar y mucho por recorrer. Por eso no es
extraño que un buen día te inviten a iniciar un mágico camino a tu particular Öz. Una propuesta que a la vez que es algo inusual, también puede ser una
lección magistral casi sin que se lo hayan propuesto los organizadores del
viaje.
Es lo que me ha ocurrido hace poquito. Fue hace unos días
cuando acabábamos nuestra ya casi habitual convivencia anual entre los componentes
del Taller de Teatro “La Tragantía” en un paraje sin igual y con la amabilidad
de sus trabajadores presente en éste disfrute de amigos allí en el Aula de la
Naturaleza de Cazorla. Cuando en mi mente rondaba aquello de “se acabó”, mis
chavales del taller, esos segundos familiares, me tenían reservada una sorpresa
increíble. Una de esas cosas que te hacen darte cuente de cuán afortunado eres
en la vida. Me invitaron a viajar a mi particular Öz.
Tal experiencia viajera comenzaba con la búsqueda de pistas
y visita a aquellos lugares que durante seis años han sido sede y testigo de
trabajo y esfuerzo aunado al mismo tiempo. Esos lugares en los que no
reparamos, pero que cuando te bajas por unos segundos de la agitada noria de la
vida entiendes que son especiales tan sólo por haber sido diócesis de momentos
singulares que se han quedado ya retratados para la eternidad en ese cajón
donde guardamos por siempre nuestros recuerdos.
Y es que cuando se abre ese cajón mágico de la memoria, se
despiertan en nosotros los cinco sentidos y se afilan como lápiz los más puros
sentimientos. Olores, abrazos, sonidos, todo en tono evocador empezaba a
transformar mi persona desde los pies (en donde calzaba mis habituales y
cómodos zuecos negros de goma que poco se asemejan a los zapatitos corales de Dorothy
en la mítica película) hasta el último folículo capilar de mi cabeza.
Y después de ésta gratísima sorpresa, recta final hacia la fantasía del Teatro de La Merced, destino final, alfa y omega de tanto en mí, mi principio actoral y éste final temporal de una etapa que da paso a otra cargada de ilusiones. Plantado ya en la puerta de La Merced, allí en ese particular Öz me asalta una pregunta ¿qué le pido al mago? Y antes de encontrar respuesta mi propios deseos quedaros satisfechos: familia, amigos, emociones, recuerdos y cariño, todos en un cóctel de sabor agridulce que saboreé como pocos preso de las más gratas emociones que puede sentir un ser humano. Dichoso como pocos, me dediqué a reproducir una palabra que resonaba y hacía eco constantemente en mi cabeza ¡Gracias!
Finalmente el mago me dotó de la fortuna, el mejor de los
regalos, la dicha de saber que no me hace falta más que lo que tengo a mí alrededor,
personas cargadas de humanidad, cariño y amor. Fui testigo de cómo tu trabajo
puede darte la mejor recompensa que haya, la amistad, y ante esto no hay remuneración
económica con la que puedas ser pagado. Tan ñoño como se puede estar en un
momento así agradecía desde lo más profundo de mi alma el poder sentirme tal, y
hoy repito incansable esos agradecimientos, y los gritaré al viento tanto como
me sea posible, especialmente cuando no me sienta así, con tal de que el
recuerdo me haga rememorar éstos momentos para acordarme que algún tiempo fui
el más feliz de los humanos.
Es curioso como un video cargado de palabras halagadoras puede hacerte sentir que, además de despertar en ti muy buenos sentimientos, te recuerde que el vestuario del personaje que habitas todavía tiene muchas taras y remiendos que hacer para ser mejor, pero que si alguna vez me falta hilo, aguja o parches con los que remendarlo tan sólo he recurrir a ell@s para zurcir, coser y enmendar cualquier agujero que se produzca. Y es que me he pasado los últimos años reescribiendo e inventado la vida de muchos personajes, sin reparar que aquellos que me han acompañado hasta Öz, aquellos que me rodean, sin ser conscientes, estaban escribiendo la vida del mío, mi personaje.
Agradecido por todo, antes de comenzar otra andadura, otro
camino, quiero dar las gracias a todos los que me han acompañado y disculparme
si alguna vez no se he sido el mejor de los compañeros de viaje. Hoy sólo me
quedo con los buenos recuerdos, porque los malos ya están en el taller
terminando de pulirse. Sé que han de venir muchas nuevas aventuras. Gracias a
todas las entidades, asociaciones, instituciones y personas que han hecho
posible que mi trabajo luzca y se perpetúe en la eternidad. Larga vida al
Taller de Teatro “La Tragantía”. Os llevo dentro a tod@s
Mucha mierda y muchos éxitos a Ana Vilches y a todos sus teatreros. No había mejor testigo al que dejar mi legado. Me voy, pero sigo cerca para lo que necesitéis, porque quiero vuestra compañía en mi camino.